sábado, 26 de diciembre de 2009

Antonio Méndez Rubio






Ilusión e ilusión se entretejen tan bien
que cualquier referencia al mundo visible
nos sirve de realidad.

B. NOËL


De palabra a palabra
entrevive sin miedo
la pasión más oscura
de la luz.

Hoy, despacio, pronuncia
un despertar que dura
lo que dura un encuentro.

Aguarda todavía
al trasluz la ilusión.
Tras la luz.

La ilusión.

Antonio Méndez Rubio, en Todo en el aire (Poesía 1995-2005)

El coleccionista - William Wyler



William Wyler, El coleccionista (1965)

sábado, 19 de diciembre de 2009

Jennie



Willian Dieterle, Jennie (1948)

Alabanza de los sueños - Wislawa Szymborska






En sueños
pinto como Vermeer van Delft.

Hablo griego con fluidez
y no sólo con los vivos.

Conduzco un coche
que me obedece.

Poseo talento
y escribo grandes poemas.

Oigo voces
no peor que los venerables santos.

Mis dotes pianísticas
os dejarían boquiabiertos.

Revoloteo como es debido,
es decir, por propio impulso.

Me precipito desde el tejado
y sé caer, suave, en el verdor.

No tengo problemas
para respirar bajo el agua.

No puedo quejarme:
he descubierto la Atlántida.

Por suerte sé despertar siempre
antes de morir.

En cuanto una guerra estalla
me vuelvo del otro lado.

Soy hija de mi época
pero no por obligación.

Hace un par de años
vi dos soles.

Y, anteayer, un pingüino.
Con meridiana claridad.

Wislawa Szymborska, de Paisaje con grano de arena, Lumen
Traducción de Ana María Moix y Jerzy Wojciech Stawomirski

sábado, 12 de diciembre de 2009

Arrebato - Iván Zulueta



Iván Zulueta, Arrebato (1980)

Historia de Nastagio degli Onesti


Sandro Botticelli, Historia de Nastagio deglio Onesti (1483), primera parte


(...)Y sucede que cada viernes, hacia esta hora, la alcanzo aquí y aquí hago la matanza que verás; y los demás días no creas que descansamos, sino que la alcanzo en otros lugares donde ella obró y pensó contra mí cruelmente; y habiéndome convertido de amante en enemigo, como ves, debo seguirla tantos años como meses ella fue cruel conmigo.

Giovanni Boccaccio, Decamerón, Cátedra

domingo, 6 de diciembre de 2009

Juan José Arreola







En mayo logró llegar hasta el príncipe, en calidad de emisario del ejército. Pero no llevaba consigo siquiera en alfiler. Difícilmente pudo calmar su desesperación mientras duraba la entrevista. En vano ensayó mentalmente sus manos enflaquecidas sobre el grueso cuello del flamenco. Sin embargo, logró obtener una nueva comisión. Guillermo lo designó para volver al frente, a una ciudad situada en la frontera francesa. Pero Baltasar ya no pudo resignarse a un nuevo alejamiento.
Descorazonado y caviloso, vagó durante dos meses en los alrededores del palacio de Delft. Vivió con la mayor miseria, casi de limosna, tratando de congraciarse lacayos y cocineros. Pero su aspecto extranjero y miserable a todos inspiraba desconfianza.
Un día lo vio el príncipe desde una de las ventanas del palacio y mandó un criado a reconvenirlo por su negligencia. Baltasar respondió que carecía de ropas para el viaje, y que sus zapatos estaban materialmente destrozados. Conmovido, Guillermo le envió doce coronas.
Radiante, Baltasar fue corriendo en busca de un par de magníficas pistolas, bajo el pretexto de que los caminos eran inseguros para un mensajero como él. Las cargó cuidadosamente y volvió al palacio. Diciendo que iba en busca de pasaporte, llegó hasta el príncipe y expresó su petición con voz hueca y conturbada. Se le dijo que esperara un poco en el patio. Invirtió el tiempo disponible planeando su fuga, mediante un rápido examen del edificio.
Poco después, cuando Guillermo de Orange en lo alto de la escalera despedía a un personaje arrodillado, Baltasar salió bruscamente del escondite, y disparó con puntería excelente. El príncipe alcanzó a murmurar unas palabras y rodó por la alfombra, agonizante.

Juan José Arreola, fragmento del relato Baltasar Gérard, de Confabulario definitivo, Cátedra

El cuento del grial - Chrétien de Troyes






Et tot cil de laiens veoient
le lance blanche et le fer blanc,
s'issoit une goute de sanc
del fer de la lance en somet,
et jusqu'a la main au vallet
coloit cele goute vermeille.
Li vallés voit cele merveille
qui la nuit ert laiens venus,
si s'est de demanander tenus
coment ceste chose avenoit,
que del chasti li sovenoit
celui qui chevalier le fist,
qui li ensaigna et aprist
que de trop paerler se gardast.
Et crient, se il le demandast,
qu'en le tenist a vilonie;
por che si nel demanda mie.


Y todos los que estaban allí veían la lanza blanca y el hierro blanco, y una gota de sangre salía del extremo del hierro de la lanza, y hasta la mano del paje manaba aquella gota bermeja. El muchacho que aquella noche había llegado allí, ve este prodigio, pero se abstiene de preguntar cómo ocurría tal cosa, porque se acordaba del consejo de aquel que lo hizo caballero, que le enseñó y adoctrinó que se guardara de hablar demasiado. Y teme que, si lo pregunta, se le considerará rusticidad: por esto no preguntó nada.

Chrétien de Troyes, Li contes del graal, por Martín de Riquer, Acantilado